Esto no es un libro. Es una bañera. Y me preguntaréis cómo esta bañera puede tener estas esquinas. Es cierto que podría parecer un libro. Por aquello de las páginas o su olor, las cubiertas, el tamaño, todo este texto o la capacidad y ganas que tienen sus hojas de doblarse. Pero no. No lo es. Es una bañera. Una bañera de mármol, porque desde pequeña así lo he creído. Y cuando empecé a grabar en este mármol mis palabras yo misma también me convertí en una.
Antes de bañera, fui niña. Luego crecí por acumulación de gotas saladas y dejé de serlo. O no, no sé. Nada dura salvo lo que ya no está. Después de eso empecé a escribir. A escribir sobre las cosas que me han llevado a ser una bañera. A escribir sobre cómo coser caricias. Sobre cómo a veces no se destierra a quien se va, sino a quien se queda. Sobre dejar de ser y aprender a perder. Sobre aquellos silencios que nunca me parecerán incómodos. Sobre que nada es de nadie o sobre los tipos de sed que hay. O sobre las agujetas que tengo a veces por echarme de menos, por ejemplo. Y en esta bañera también me he preguntado muchas cosas. Cosas difíciles de responder: ¿por qué nunca he llorado por no llorar lo suficiente?, ¿cuál será mi última palabra?, ¿cuánto dolor cabe en una persona? Esta me la sé: 230 litros. Exactamente todo lo que cabe en una bañera.
Júlia se dirige, con un mensaje claro y directo, a mujeres jóvenes, feministas y empoderadas.
Cada vez son más los proyectos creativos que emergen en Instagram invitando a la expresión de los sentimientos y al desahogo, como es el caso de los perfiles de Júlia Peró. Los lectores acuden a él en busca de sus poesías, mensajes y reflexiones, y los comparten en sus propios perfiles.